Sunday, May 29, 2011

Los Heraldos y las mujeres


Los Heraldos y las mujeres



            En medio de toda la polémica situación que el Isamis creó por no querer acatar una orden venida del Vaticano sobre la presencia de los Heraldos del Evangelio en Sucumbios, se oyen  los comentarios más ridículos.
            Se dice, por ejemplo, y mucho, que los Heraldos desprecian, discriminan y hasta persiguen a las mujeres. ¡Puro cuento! Todos los que los conocen realmente, desde que existen, comprueban personalmente el valor que dan a las mujeres.
            Así, todas aquellas mujeres que, por cualquier motivo tienen un trato más próximo con esos religiosos auténticos, se sienten siempre tratadas con la mayor cortesía y respeto. Ellos son enteramente coherentes con la opción de vida que hicieron, son religiosos en toda la fuerza del término, y celan por su castidad, a tal punto que llevan, a los que a ellos se aproximan, a valorizar también esta olvidada virtud. Bajo éste ángulo, las mujeres que los conocen son inánimes en decir que no sólo se sienten respectadas y valorizadas, quizás como nunca lo fueron, mas también incentivadas y apoyadas en su rectitud moral.
            ¿Como pueden los isamitas decir que los Heraldos discriminan a las mujeres, si su propio fundador, Mons. João Clá Dias, inició una Orden femenina con vocaciones jóvenes, abundantes, florecientes y prometedora? Basta decir que la mejor construcción que los Heraldos levantaron en el Brazil, es para la Asociación Reina de las Vírgenes, la Orden II de los Heraldos. ¿Esto es discriminación?
            Además, no hay, en las iglesias de los Heraldos, ceremonia de relevo, en que no entre una procesión para las ofrendas – por cierto bellísima – constituida sólo por jóvenes de esta Orden femenina.
            No es raro ver estas hermanas organizar simposios y congresos, asumiendo toda la responsabilidad y trabajos inherentes. Y como si fuera poco, ella mismas representan, más de una vez, las innumerables obras de teatro con que ilustran las conferencias, a las personas que constituyen lo que llaman de Orden III, o sea, sus cooperadores. ¿Dónde está la discriminación?
            Como dicen por ahí, “la lengua no tiene hueso”, por eso habla mucho. Aún más si es comandada por un celebro ávido de detracción, que busca argumentos donde no hay. Un mínimo de conocimiento sobre los Heraldos sería suficiente

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